Nunca he creído en eso que llaman casualidad.
Todo ocurre
por algo. Todo tiene un fin, un propósito.
Una sonrisa, una lágrima. Productos
de causas que marcan vidas, que dejan huella.
Pero tú no eres casualidad. Eres causalidad, mi causa, la nuestra.
Que aun no sé si creo en el destino pero sí sé, que he llegado a este punto por
ti.
Que estoy aquí. En esta ciudad, tan lejos después de tantos meses de
espera. De un verano angustioso sin futuro, preguntándome que sería de mi. Sin él, sin ellas.
No llegaste ni tarde, ni pronto. Simplemente apareciste algún
día ¿Casualmente? No, no lo creo. Simplemente apareciste. Cosas del destino.
Mi destino. El tuyo. Que me separaré de ti pero algún día la
vida nos volverá a juntar.
Sin embargo, casualidad o no, todos nuestros actos,
promesas, decisiones nos han traído hasta aquí. Hacia esto.
Y cuánto más miro sus ojos más lejos lo veo. Más lentos y
más difíciles se me hacen los días.
No es época de enamorarse, es época de
vivir. De pensar en ti de madrugada y olvidarte al despertar.
No es amor, es
calor.
Es lo que más necesito por las noches. Su espalda, su olor, su boca.
Bésame los domingos pero olvídame los lunes. Enamórame cuando vuelva y ódiame
cuando me vaya.
Ley de vida. Ley de nuestro "amor".
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